Narraturgia incipiente

Aguamarina
julio,1994

Esta es la primera obra original de Crisol. Surgió como un ejercicio experimental en el que queríamos explorar la relación entre una mujer desahuciada y un joven al que la sociedad había obligado a relegarse. Marina, una mujer que había vivido de la prostitución sin ningún cargo de consciencia, se había convertido en la figura materna del joven en situación de calle. Ambos habían establecido una relación amorosa, entre lo maternal y lo erótico, cuya condición los había orillado a construir una relación casi familiar.

Marina (Nancy Torres) y Él (Omar Lemus). Sótano del teatro Álvaro Carrillo

Después de unas semanas en la cárcel por un delito menor, él regresa a ver a Marina, la madre amante, quien vive en el sótano de una gran construcción, la encuentra postrada en la cama, en etapa terminal de una tuberculosis mal cuidada, pero resignada a morir. No hay nada que hacer. Él no quiere quedarse sin la compañía de Marina, así que toma la decisión de acompañarla en ese viaje. Recordando la historia de un amor eterno, relacionado al agua de un río que se junta en la eternidad del mar profundo, él toma la decisión de transitar junto con ella hacia su siguiente hogar. La idea era hablar de la muerte sin mencionarla, como una contradicción de la esperanza por una mejor vida, pues la que les había tocado solo tenía un paraíso estando juntos.

La obra la montamos y la presentamos en el sótano del teatro Álvaro Carrillo de la ciudad de Oaxaca. En seguimiento a la experiencia del teatro ambientalista, del primer montaje, aprovechamos el sótano del teatro para ambientar la obra, con los tubos y el túnel que lleva a la cabina, literalmente del inframundo al cielo. Cuando Marina estaba a punto de morir, él la cargaba para bailar con ella y en ese abrazo en movimiento ella fallecía, entonces él la acompaña al viaje ahorcándose en la tubería del edificio, la cual se rompe con el peso de su cuerpo, provocando un chorro de agua que inunda el sótano para llevarlos, a través del túnel, a las profundidades del mar eterno.

Él (Omar Lemus) cuenta la historia de cómo huyó del orfanato. Sótano del teatro Álvaro Carrillo

El agua era el elemento constante en la obra. Había una gotera constante en el espacio escénico, que en ocasiones de lluvia abundante provocaba ligeras inundaciones debajo del escenario. En ese ambiente húmedo fuimos creando la obra. La gotera fue parte de la ambientación sonora y escenográfica. Posteriormente se convirtió en el motivo metafórico de la puesta en escena. Incluso el título fue una afortunada combinación del nombre del personaje femenino y la provocación creativa de la obra: Aguamarina.



Aguamarina, escena final. Sótano del teatro Álvaro Carrillo

La obra era casi un monólogo en donde nos enterábamos de la vida de él, desde su primera infancia. Había mucho relato personal, así que cuando participamos en la Muestra Estatal de Teatro, aunque fuimos seleccionados para participar en la Regional, los jurados (entre los que se encontraba la maestra Olga Harmony) nos pidieron que quitáramos tantos relatos autorreferenciales del personaje principal, pues se supone que pretendíamos hacer teatro y no narrativa.


Años después, en un taller de dramaturgia que tomé con José Sanchis Sinisterra, trabajé con su asesoría esta misma obra. Obviamente él ya había acuñado el término de narraturgia, que se pusiera de moda durante algunos años después.


Pedro Lemus

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