El bizarro espectáculo de la violencia política

Sarta o La Ronda de los Misterios

De derecha a izquierda, Manolito (Luis Antonio Martínez), Carlin I (Luis Cervantes) y Carlín II (Pedro Lemus)
Parque Luis Donaldo Colosio de Oaxaca, marzo de 1996

En 1994, México había iniciado lo que hoy hemos normalizado, el espectáculo de la violencia. La política mexicana quería ser protagonista de esa nueva manera de hacer vida pública. Como todos sabemos, en enero de aquel año entró en vigor el Tratado de Libre Comercio y, de manera simultánea, tuvo lugar el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. En marzo, con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, se iniciaron una serie de acontecimientos violentos en la cúpula política del país. El Internet y los teléfonos celulares, incipientes, iniciaban su carrera vertiginosa como medios de comunicación.

Todos estos acontecimientos se iban dando de una manera secuenciada, como una sarta de sorpresas que morbosamente atractivas y temerarias aparecían día con día. Fue ese material que alimentó La Ronda de Los Misterios. Cada día un acontecimiento, a veces doloroso, a veces gozoso y en ocasiones luminoso, como los misterios del evangelio, se iban encadenando uno a uno como cuentas de un rosario, como una ronda de eventos inexplicables.


Carlín I (Maiko Morales), Neto (David Luciano), Carlín II (Luis Cervantes) y Donald (Octavio Flores)
La ronda de los misterios
Ciudad de las Canteras, Oaxaca, 1996

En 1995 tuve la fortuna de vivir una experiencia de aprendizaje con uno de los maestros que más han influido en mi formación como hacedor de teatro, José Sanchis Sinisterra. El INBA y la Escuela Internacional de Teatro para América Latina (EITALC) convocaron a creadores del país para tomar un curso de dramaturgia en Cuyutlán, Colima con duración de tres semanas. Además de Sanchis, en ese curso se desarrollaban también uno de actuación con Luis de Tavira y otro de máscara con Jean Marie Binoche. Fue ahí, donde varios compañeros y yo, doce en total, tuvimos la fortuna de trabajar de la mano del gran dramaturgo valenciano; imaginamos muchas escenas que, a la postre, se convertirían en obras de teatro. Sanchis había preparado once ejercicios para el taller, pero la voracidad de los discípulos, doce en total, acabamos con los ejercicios, así que se vio obligado a crear sobre la marcha, el decimo segundo ejercicio, aquel que dio origen, en mi caso, a La Ronda de los Misterios.

Para completar los doce ejercicios de dramaturgia, Sanchis nos dio, al azar, un fragmento de “Así habló Zaratustra” de Nietzsche, nos pidió que hiciéramos una escena minimalista -lo que fuera que eso significara-, y nos dio una noche para escribirlo. Como consigna del ejercicio, los personajes tenía restricciones minimalistas: uno sólo podía decir lo que el texto del filósofo alemán había escrito y que de manera fortuita, tal vez misteriosa, había llegado a nuestras manos; otro de ellos tenía sólo tres acciones posibles por realizar; uno más estaba obsesionado por una circunstancia extraescena que provocaba su angustia. Era un verdadero experimento.


Elegí, como lugar para la escenificación, un camerino de circo, donde los personajes, payasos y acróbatas del circo, preparaban su siguiente actuación, el conflicto consistía en decidir quién haría el número principal. Asigné a Neto (inspirado en Ernesto Zedillo) como el payaso que sólo repetía frases de Nietzsche, pues no tenia discurso propio y se pasaba el rato dando vueltas sobre un monociclo, el personaje no tenia los pies en la tierra. Donald (Luis Donaldo Colosio) era el sujeto angustiado por una tormenta que venía del sur (el EZLN) quien terminaba siendo arrastrado por su propia angustia hasta sucumbir ante la inminente llegada de la tormenta. Carlín (obviamente inspirado en Carlos Salinas), era quien tomaba las decisiones, el líder del grupo, todo el tiempo frente al espejo, sólo se veía a sí mismo, arrojaba el libro de Zaratustra a Neto para que lo memorizara y daba órdenes al grupo.

Después de procesar la experiencia de aprendizaje con el maestro Sinisterra, y gracias a la generosa colaboración de todo el grupo de teatro Crisol, en un verdadero proceso experimental, montamos La Ronda de los Misterios. Hice algunas modificaciones, Carlín terminó siendo un personaje doble, con un payaso reflejo. Incluí a un cuarto personaje llamado Manolito (inspirado en Manuel Camacho) quien tenía la encomienda de mantener todo limpio, arribista, buscando ser como los demás, pidiendo oportunidad para tener el rol principal del espectáculo. Tardamos cerca de un año en montar la obra. En 1996, gracias a una beca del programa de Jóvenes Creadores, logramos estrenarla. Trabajamos arduamente en el aprendizaje y el entrenamiento en técnica de clown y acrobacia. Logramos contar con la colaboración de Luis Alonso quien apoyó el diseño de escenografía y con el extraordinario talento de Luis Zárate, quien compuso la música original para la obra.

Carlín (Maiko Morales), Manolito (Luis Antonio Martínez) y Donald (Octavio Flores)
Centro Nacional de las Artes
Ciudad de México, 1996

A la distancia puedo decir que es una de las obras más conceptuales que hemos hecho. Mantuvimos la idea minimalista, estaba organizada en cinco escenas, cada una era un misterio de la política mexicana. Cada escena iniciaba con una misma coreografía que se iba modificando ligeramente. El escenario era circular, como un teatro arena, como una pista de circo y los elementos escenográficos se reacomodaban al término de las coreografías, lo que daba la ilusión al espectador, sin necesidad de moverse de lugar, que estaba cambiando de perspectiva, pues siempre había un nuevo ángulo del mismo acto, una analogía de los tan prometidos cambios en cada nuevo sexenio.

El público fue generoso ante nuestra aventura minimalista, no era una historia convencional, sino muchas historias contadas en cinco misterios, recontadas en el tono de las coreografías y simbólicamente resueltas en cada una de las repeticiones.

Pedro Lemus

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